Daddy longlegs (papá piernaslargas) es el curioso nombre que se les da en los países anglosajones a dos artrópodos que no tienen más en común que el hecho de serlo, su carácter tranquilo e inofensivo y sus larguísimas extremidades. Son los opilones (también conocidos como segadores –harvestmen, para David Attenborough–) y las típulas, como nuestro protagonista de hoy.
En la última entrada, Conde Nado me comentaba que algunas de las larvas que había encontrado sobre un tronco en descomposición eran de típula (Tipula sp.), evitándome el trabajo de identificarlas. Ciertamente, a primera vista me parecieron de díptero y, dado su gran tamaño, debería haberlas reconocido con mayor prontitud. Esto me invita a retomar con mayor ahínco mis aficiones entomológicas y me permite una vez más comprobar lo importante de vuestros comentarios y el lujo de lectores que tiene el blog. ¡Gracias!
Esta mañana, cuando iba a comprar pan, he encontrado posado en la pared de la casa a un amigo muy particular. ¡Anda, una típula!, me he dicho, y he pensado que por qué no aprovechar para ilustrar en el blog el comentario de Conde Nado. He entrado a por la cámara y le he sacado algunas fotos que mostraros, ya que las típulas (y los dípteros, en general) me parecen desde siempre unos insectos fascinantes.
Las típulas tienen, además de las largas patas que se pueden apreciar en las fotografías y que le dan ese gracioso nombre en inglés, compartido con los opilones, la desgracia de aparecer, a ojos de los mortales, como «mosquitos gigantes» que hay que aniquilar, faltaría más, antes de que nos piquen. Nada más lejos de la realidad. Las típulas tienen un parentesco mucho mayor con las moscas que con los mosquitos (si bien todos ellos están englobados dentro de orden Diptera) y, al igual que todos ellos, no tienen un aguijón con el que picar (como los himenópteros, entre los cuales encontramos a las abejas o las avispas), y ni tan siquiera su aparato bucal es de tipo picador-suctor, como el de sus “primos” los mosquitos, sino que es corto y blando, está atrofiado ya que se alimenta de material vegetal, especialmente en descomposición, cuando está en fase larvaria.
Por tanto, en un número adecuado, estos insectos resultan beneficiosos por ser detritívoros, si bien en muy raras ocasiones pueden llegar a constituirse en una plaga que afecta al césped de los jardines, aunque habría que ser muy cautos a la hora de proclamar que estamos ante la misma, ya que suelen ser insectos relativamente numerosos y, por su atolondrado vuelo, llaman bastante la atención.
Uno de los aspectos morfológicos que me parecen más interesantes del orden al que pertece nuestra típula es la presencia de los halterios, esos “balancines” claviformes que alguna vez seguro que habréis apreciado en las moscas o mosquitos y que, en el caso de nuestro amigo, son tan llamativos.
Los halterios son, realmente, el segundo par de alas del insecto que, modificadas, cumplen una función estabilizadora durante el vuelo del animal, ya que contienen unos órganos cordotonales (posicionales) que le indican su posición espacial y le permiten corregir su trayectoria cuando les es necesario.
Espero que, en vuestro próximo encuentro con una típula, cuando veáis a uno de estos gigantes de más de 2 cm de longitud, os acordéis de lo beneficiosas que resultan, del papel que cumplen en la naturaleza y de las maravillas que, con un poco de observación, encontraréis en ellas.
Muy interesante. Buenas fotos.
En mi otra casa entraban bastantes las noches de verano, porque teníamos el jardín pegado. Y sí, la ignorancia de aquellos años llevaba a pegarlos el «zapatillazo», un mosquito tan gigante no puede ser bueno, ya sabes 😦 Me llamaba la atención su vuelo atolondrado como bien dices.
Menos mal que hemos evolucionado en pensamiento, y ahora no dejo a nadie que mate ni una mosca 😉
Buena entrada Chico