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Siempre me ha resultado curioso ver cómo la llegada del invierno hace que los animales se abriguen y los árboles se desvistan. Mientras que entre los animales el que más y el que menos espesa su pelaje o, en el caso de nuestra especie, se pone más capas de abrigo, los árboles de hoja caduca se desprenden de su manto. Estos árboles, tan denostados por nuestros «representantes» políticos en cuanto ocupan sus cargos en cualquier ayuntamiento, rivalizan en antipatías con los frutales. ¡Qué hay peor que un árbol que dé fruto! Cuánta diferencia con el dueño de aquella higuera que, plantada en una viña, permanecía estéril, y ya no digamos con el viñador que le pidió clemencia para ella. Qué desnaturalizado es este mundo, en el que no queremos cerca de nosotros a quien puede alimentar en un momento de necesidad a nuestros congéneres o cualquier avecilla de entre las que alegran con sus trinos nuestras mañanas.

Decía, pues, que el invierno desnuda a los árboles y nos permite radiografiarlos. Los meses más fríos del año son los rayos X de la naturaleza. Los árboles exponen al observador los nidos que cobijan las ramas despojadas de hojas, le permiten su recuento y descubrir que aquellas aves que buscaban allí su refugio, además, aprovecharon para traer a la vida y sacar adelante su prole. Saca a los nidos de su zona de confort. Adivinamos que el volantón que se acercó a nuestra ventana, aún ignorante de que debía temernos, posiblemente venía de ese hogar suyo, primigenio, básico y sencillo. Al menos en estas latitudes, pues no es menos cierto que otras especies construyen nidos especialmente complejos. Inclusive las aquí invasoras cotorras tienen en sus grandes colonias de entretejidos nidos un ejemplo mucho más elaborado y singular.

Nidos

Ha llegado, pues, el invierno; el verdadero, el que percibimos y se convierte por la observación en la fenología, no el de un calendario cada vez menos fidedigno, menos testigo de lo que esperamos ver reflejado en la naturaleza. Llega, pues, cuando veo el primer nido en un árbol deshojado. Me gusta ir descubriéndolos conforme avanzo por la carretera, cuando los árboles se perfilan contra el cielo de tonos acerados y las esféricas formas de los nidos desvelan su estratégica ubicación. Hay que aprender a distinguirlos de las meras agrupaciones de hojas y de ramas rotas que en ocasiones quedan atrapadas en alguna horquilla del árbol. No es cuestión baladí, como nos enseñan las palomas; hace tiempo, cuando paseaba por las choperas de mi vega de Granada, solía verlos en las partes altas de las copas de los chopos. Apenas un amasijo de ramas mal dispuestas es el resultado del escaso afán que ponen en la construcción de su nido las volubles palomas. Cuando paseo por una ciudad o un pueblo también voy buscando esos nidos, mudos testigos de que por allí anduvo un cantarín pajarillo. En ocasiones los nidos aparecen medio deshechos, derrumbándose en una cascada de ramitas y hojas que permanecen apenas sujetas por invisibles telas de araña, girando hacia donde sopla el viento cual diminutas veletas, anemómetros de origen vegetal. La expresión «nido vacío» no tiene aquí esa carga de tristeza, de melancolía, con que solemos oírla. Los nidos vacíos en invierno auguran un regreso glorioso en primavera, cuando las aves regresen de su zona de invernada y vuelvan a ocupar los nidos del año anterior y puede que acometan algunas reformas, o quizá lo eviten por estar no vacío sino repleto de parásitos.

Los árboles desnudos, al anochecer, se visten y engalanan con bolas de esponjosas plumas. Ocurre, por ejemplo, con los chopos que las migratorias palomas torcaces usan como dormidero. Llegan con gran estruendo de aleteos y se posan, con estudiado atropello de bandada, sobre las ramas altas de tan erectos árboles. Con su llegada, una lluvia de hojas muertas, marrones y quebradizas, cae sobre nosotros. En apenas un minuto o dos se han acomodado en sus perchas y se encuentran preparadas para dormir. Se hacen ave-bola y a descansar. La chopera queda entonces plagada de esferas oscuras que contrastan contra la menguante luz del ocaso y se van dejando perder con la oscuridad.

En las ciudades y en los pueblos existe una tendencia bastante dañina y desagradable relacionada con la poda. Es muy habitual, por desgracia, escuchar quejas y lamentos por los árboles podados, algo de lo que, tomándolo por el lado bueno, supone un incremento de la sensibilidad de nuestros vecinos hacia el medio ambiente y el bienestar de los árboles. No así de los gestores ni los implicados en su cuidado, desde luego. El invierno, que sería tiempo de poda para muchas especies, en ocasiones hace su aparición cuando los árboles ya han sido podados en el peor momento posible. Los árboles revelan entonces heridas nuevas y viejas, la desnudez del árbol hace su aparición de manera forzada, como si se tratase de una persona desvalijada, marcadas sus heridas para siempre en la memoria de la madera: tajos, sajaduras, desgarros, mutilaciones que cicatrizan como pueden. Con el paso del tiempo nos encontraremos con árboles contrahechos y torturados, mostrando la indeleble huella de las lesiones. Árboles sin ramas, meros postes que milagrosamente vuelven a brotar en primavera en un empecinamiento de la vida por seguir adelante que parece ser la excusa usada por quienes así los maltratan para reincidir en su error. Las ciudades, así, se ven plagadas de extrañas cruces de múltiples brazos, erguidas y dispuestas para ajusticiar y torturar a extraños seres polimembrados o a toda la humanidad. Tal vez a quienes les provocan tanto daño o lo permiten sin lamentarlo.

Acabo de escuchar la entrevista que llevaron a cabo hace unos días en Radio Victoria (la radio municipal de Rincón de la Victoria) a una persona en representación del movimiento ciudadano #LaCalaNoSeTala y la réplica de uno de los miembros del equipo de gobierno del Ayuntamiento de dicha localidad, Borja Ortiz. Me llamó mucho la atención una afirmación que llevó a cabo el edil popular (minuto 16:45 del audio) y, sobre todo, la respuesta de los técnicos consultados:

«Yo he escuchado hasta decir que la palmera no era un árbol, que era una planta. Yo la verdad es que cuando lo consultamos a los técnicos especialistas pues se rieron porque por supuesto que la palmera es un árbol».

El concejal afirma también que él pone en cuarentena y consulta cuanto oye por su propio desconocimiento del tema (bien hecho), pero parece que acude después a las fuentes equivocadas, aunque sería de presuponer a unos técnicos municipales cierta formación en estas lides. A veces suponemos de más, y la ignorancia suele ser una mala consejera. Hasta nos podemos reír gracias a ella… o a su costa.

Aunque las palmeras presentan apariencia de árbol, no son árboles en sentido estricto. Ya en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua encontramos ciertos matices que nos podrían hacer dudar. Por ejemplo, esa ramificación de la que habla, que parece algo insignificante, pero veremos más adelante que tiene su relevancia:

Frente a árbol encontramos arborescente, un término que también nos hará entender algunas cosas:

Dirán nuestros técnicos que el diccionario no es un manual de botánica e incluso que algunas definiciones que incorpora tienen su aquel, y tendrán razón en ello. Al fin y al cabo, las palmeras tienen algunas características que podrían ser las de un árbol: son altas, con un tallo principal y duro que se asemeja a un tronco. Pero si las observamos de cerca y especialmente si miramos en su interior, los parecidos se desvanecen.

¿Cómo define un biólogo a un árbol, por tanto?

Los botánicos definen los árboles de manera estricta como plantas leñosas con crecimiento secundario. Las palmeras carecen de ambas: su epidermis es dura, similar a la madera, pero la consiguen a través de gigantismo primario y de lignificación, de modo que no es apropiado considerarlos árboles, sino grandes hierbas leñosas.

Las palmeras son miembros de las arecáceas (familia Arecaceae, única del orden Arecales), plantas monocotiledóneas, algunas de ellas arborescentes, leñosas pero sin crecimiento secundario del tronco, únicamente primario. De hecho, ese tronco en las palmeras es el estítipe, al no dar ramas laterales. En Botánica las palmeras se encuentran agrupadas junto a los pastos, juncos, lirios, orquídeas, … Tienen más en común con una hierba o una planta de maíz que con un roble, por poner un ejemplo, ya que en realidad las palmeras pueden considerarse hierbas gigantes, es decir, son plantas herbáceas megaforbias.

Si observamos cómo crece una palmera veremos que su crecimiento no es como el de los árboles. El dosel está restringido a la corona de las hojas superpuestas que rodean el meristemo apical. Volviendo al detalle de la ramificación que se mencionaba en el DRAE, veremos ahora su importancia. Cuando se lleva a cabo la poda de un árbol o si se desmocha, este continuará creciendo. Pero si lo hacemos con una palmera, ya que su crecimiento se produce únicamente a través del meristemo apical (la yema terminal), la planta muere ya que no puede producir nuevo crecimiento en ninguna otra parte de la planta.

Una de las diferencias que encontramos entre una palmera y un árbol es su sistema vascular. El sistema vascular en las plantas es el que transporta agua y nutrientes desde el suelo, a través de las raíces y por todo el resto de la planta. Mientras que los árboles presentan crecimiento secundario, que provoca que se generen esos anillos de crecimiento que tan familiares nos son cuando queremos conocer la edad de un árbol contándolos, en las palmeras no están presentes. Aquí podemos ver un corte del floema y xilema de una palmera, a la izquierda, y de un árbol, a la derecha:

Corte transversal de una palmera y de un árbol. Pueden observarse las diferencias fisiológicas entre sus haces vasculares y la estructura de ambos.

En los árboles los haces vasculares se disponen en anillo, presentando el floema justo debajo de la corteza y transportando los alimentos desde las hojas hacia el resto de la planta y en xilema, en su interior, con vasos que transportan el agua hacia arriba desde el suelo gracias a la fuerza que provoca la evapotranspiración. En el caso de las palmeras, como monocotiledóneas que son, su sistema vascular está repartido por toda la sección transversal del tallo formando pequeños haces de floema y xilema. No presentan cambium y es por este motivo que las palmeras no aumentan de diámetro con el tiempo: una vez emergen del suelo su diámetro seguirá siendo el mismo durante toda la vida de la palmera. Las células madre que recubren estos vasos producen un crecimiento secundario anómalo para engrosar a las plantas jóvenes, pero una vez alcanzado el diámetro máximo no ocurre más. Es, por ejemplo, lo que ocurre con otra monocotiledónea de gran porte como es el drago. En el caso de las palmeras el crecimiento lo consiguen mediante gigantismo primario y la rigidez con la edad se consigue mediante la lignificación de las paredes celulares. Es decir, aunque presentan diferencias evolutivas con hierbas «menores» o de pequeño tamaño, no llegan a alcanzar el estatus arbóreo al carecer de crecimiento secundario.

Otra implicación de esta distribución es que las lesiones en las palmeras nunca se curan de forma autónoma. Si cortamos o perforamos una palmera, debido a la disposición de sus haces vasculares, no podrá curar sola, por lo que la descomposición se extenderá rápidamente. Un árbol, por el contrario, puede aislar la descomposición para evitar que se propague.

Las hojas de palmera también son diferentes. Al surgir como crecimiento primario del meristemo las hojas más jóvenes están en la parte superior de la corona. A medida que la palma crece más y más, se agregan hojas en la parte superior y las hojas de mayor edad crecen hasta alcanzar su tamaño máximo. Cuando las hojas alcanzan la base de la corona se «desconectan» del sistema vascular (se produce una abscisión de estas formando una pseudocorteza). Algunas especies de palmeras no llegan a dejar que se secciones toda la hoja, quedan colgando esas hojas muertas bajo la copa.

También encontramos diferencias si nos dedicamos a observar sus raíces. Cuando una palmera comienza a crecer no tiene un juego completo de hojas. Las raíces crecen del pequeño tallo de la plántula y cada raíz va agregando nuevos haces vasculares, ensanchando así el mismo y proporcionando más tejido para sostener las hojas. Estas raíces forman una red fibrosa y poco profunda que se asemeja a las raíces de las hierbas, de tubérculos como la cebolla o del bambú, por ejemplo. Son adventicias y generarse las raíces a partir del tallo, las que sean cortadas no se regenerarán, pero surgirá una nueva de aquel. Por esto su cepellón es pequeño, menor que el que pueda tener un árbol. En el caso de este último, salvo que existan daños muy graves, la raíz se regenerará a partir del punto de corte. Además, el crecimiento de la planta también es distinto en este caso: mientras que los árboles van haciendo crecer los sistemas radicular y de brotes al mismo tiempo en el caso de las palmeras las raíces se expanden rápidamente para permitirles crecer a continuación hacia arriba.

Además, es fácil encontrar información incluso de sitios especializados en palmeras donde se indica que no son verdaderos árboles. Por ejemplo, en All about palm trees encontramos:

Y artículos como este sobre «Poda, transplante y plantación de palmeras ejemplares» recogido en el Libro de ponencias y comunicaciones del XXXIV Congreso nacional de parques y jardines públicos, D. Santiago Orts Pérez, biólogo especializado en palmeras y gerente de los viveros «Huertos del Cura de Elche», con numerosas publicaciones en su haber sobre las palmeras, apunta que:

Y en su artículo «Domingo de Ramos, palmeras y ciencia»:

No son, por tanto, diferencias baladíes las que existen entre palmeras y árboles. Más allá de la apariencia de unas y otros por sus similitudes morfológicas, lo cierto es que hay que conocer bien qué caracteriza a cada grupo vegetal, entre otras cosas para aplicar tratamientos y cuidados efectivos cuando hablamos de arbolado urbano. Siendo así y conocida la respuesta de los técnicos del Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, me pregunto hasta qué punto sus cuidados serán los más adecuados en las escasas zonas verdes con las que cuenta el municipio…

File:Ornithorhynchus.jpg - Wikimedia Commons
Pato parece, pero… 😉

Más información:

Información sobre palmeras y sus diferencias con los árboles

Petición del cese de la tala en Change.org

El Diario.es

Público

CMR Rincón de la Victoria

Green Way Spain

Arrinconados

Andalucía Información

Nota: Las imágenes de greenwashing son propiedad de sus respectivos autores. Pueden encontrarse en dos interesantes entradas:

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Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnada de harina
con las manos en la masa…

De mis tiempos jóvenes, es decir, de cuando «todo esto era campo» tengo grabado en la memoria el programa culinario Con las manos en la masa, presentado por Elena Santonja. Y si son dos, añadiría el libro 1080 recetas de cocina de Simone Ortega. Pues bien, la receta de hoy es muy fácil de preparar, barata y, curiosamente, el resultado es rico rico. Con fundamento, vaya (sí, el señor Arguiñano sería el tercer referente).

 

Ensalada de greenwashing con palmito, hojas verdes de acedera y dátiles.

Ingredientes:

  • Una serie de actividades promovidas por el Ayuntamiento en torno a la idea de medioambiente: van muy bien las protagonizadas por niños, porque así vienen también los padres y la ensalada queda más vistosa en las fotos. Es indispensable que se regalen pegatinas, bolígrafos y demás adminículos que dejen un buen recuerdo del plato. Las actividades no tienen que ser efectivas; basta con acciones puntuales que puedan difundirse y generar opiniones positivas, sin más recorrido.
  • Una figura pública reconocible por la población. Nos vale alguna deportista de éxito, un cantante conocido, una reina emérita… No es estrictamente necesario que participen de nuestras ideas, pero sí que caigan en gracia a la gente. Las escritoras, los pensadores y la gente de ciencia pueden agriar un poco la ensalada; mejor evitarlos.
  • Una lista de acciones que llevamos a cabo en el entorno urbano, con independencia de que luego tuvieran mayor o menor éxito. Las que resultaron mal trataremos de adjudicárselas a la oposición junto a aquellas que sí llevaron a cabo (el «y tú más» suaviza mucho la posible acritud de lo verde) a fin de ensalzar nuestra gestión.
  • Prensa afín para darle vistosidad al plato.
  • Mucho palmito; cuanto más, mejor.

Procedimiento:

Se pone en el fondo del recipiente la actuación que pretendemos llevar a cabo. Todas las medidas que pueden resultar impopulares, como la tala de árboles, las decisiones que sabemos que no gustarán a los vecinos, aquellas que supongan una pérdida de identidad del territorio, etc., cuando más al fondo, mejor.

Colocamos alrededor las actividades lúdicas. Las que implican a los niños deben verse mucho, lo máximo posible, porque harán que el plato resulte más vistoso. Las que sirvan de respaldo a la actuación —por ejemplo, un ciclista-un árbol— también quedan bien.

Por encima de todo esto esparcimos las notas de prensa sobre nuestras actuaciones en torno al medio ambiente, mezcladas con todo el palmito que nos quepa en la ensaladera. Ponemos las noticias acerca de la figura pública en un lugar bien visible, como si fuera la guinda del pastel.

Si durante la preparación vemos que en las actuaciones se nos ha colado algún movimiento ecologista, vecinal o reivindicativo —o incluso que la oposición ronda por ahí— echaremos mucha más prensa por encima para tratar de taparlo todo. Hay que tener cuidado de no verter todo a los medios amigos demasiado rápido o puede quedarnos un plato excesivamente Salado.

 

 

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«El Ayuntamiento de Rincón de la Victoria realiza la plantación de más de 1.200 ejemplares de arboleda en el municipio durante este último año». Así, citado textualmente, reza el comunicado que publica el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Rincón de la Victoria en Málaga. Y así lo reproducen, tal cual, diferentes medios de la provincia.

Resulta preocupante a estas alturas del siglo XXI que el ejercicio del periodismo se base en tantas ocasiones en actuar como voceros de la propaganda política de quienes están en el poder. También preocupa que los encargados de medio ambiente en cualquier institución, o sus departamentos de comunicación, confundan árboles con arboledas, o que usen el término «especie» de forma arbitraria en «la forestación a través del Plan Ford de Planet de 115 especies en zona verde municipal». Teniendo en cuenta la relación que hacen de plantaciones, sin tener en cuenta las 115 «especies» que citan nos sale un total de 1145 ejemplares (incluidas las arbustivas), así que asumimos que cada árbol pertenece a una especie distinta o, lo más probable, que han confundido especímenes, árboles o simplemente unidades con especies. Comprensible, si se dedican a plantar «ejemplares de arboleda»…

Pero bueno, volviendo a la noticia, porque noticia fue: la publicaron seis medios distintos prácticamente a la misma hora que el comunicado (curioso que los medios se hagan eco tan rápido de una noticia así). El indexador de Google es testigo de ello:

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Lo verdaderamente preocupante de todo esto es que tal publicación forma parte de un lavado de cara del Ayuntamiento en un ejercicio de paraecologismo, greenwashing o propaganda ambiental, llamémoslo como queramos. La difusión masiva de la noticia trata de eclipsar la avalancha de publicaciones en contra de la tala de árboles en La Cala del Moral y las peticiones de diálogo de los vecinos que son desoídas sistemáticamente por el equipo de gobierno de este ayuntamiento. Al pie de la entrada puede encontrarse una relación de algunos de los artículos publicados sobre #LaCalaNoSeTala. Lo iremos analizando en sucesivas entradas del blog.

Por cierto, que según el Ayuntamiento «el desarrollo de estas plantaciones están enmarcadas [sic] en las acciones contra la lucha del cambio climático». Sí, leen bien: no contra el cambio climático, ni acciones de frente al cambio climático. Contra la lucha del cambio climático. Así nos va.

Discurso político

Es el sino de las promesas del discurso político…

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La vida de una persona, por muy longevos que podamos llegar a ser hoy día, es apenas un tictac en el reloj geológico. Qué digo, no llega ni al comienzo del trazo de la «t» del «tic». Tal vez sea por eso que el ser humano ha buscado siempre trascender, dejar una huella existencial más duradera que la propia vida biológica. Fue el poeta cubano José Martí quien formuló las tres cosas que cada persona debería hacer antes de morir: «plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro».

El libro permite plasmar nuestras ideas, inquietudes y conocimientos, dejarlos en negro sobre blanco para la posteridad. Para que sepan de nosotros quienes vengan más adelante. Constituye la transmisión de la cultura y su equivalente en sociedades pretéritas era la transmisión oral del conocimiento de los ancianos de la tribu. La cultura nos ha hecho ser lo que somos.

El hijo representa la supervivencia de nuestros genes. Reciben nuestra herencia genética y, para mal o para bien, hacen que nos perpetuemos sobre la Tierra. Además, posiblemente en ellos volquemos también parte de esas ideas que quedarán para la posteridad, tanto si las plasmamos en forma de libro como si no.

El árbol es el tercer componente de la tríada de Martí. Plantar un árbol es un acto de generosidad y respeto hacia el planeta que nos sustenta, así como hacia las generaciones venideras. Es una visión primigenia, visceral y primordial de aquello que ahora denominamos «desarrollo sostenible». Los árboles son necesarios para la vida. Sin ellos no estaríamos aquí. Los árboles posiblemente nos sobrevivan y darán sombra y cobijo a otras vidas: animalillos que encontrarán refugio entre sus ramas, enamorados que se encontrarán bajo ellas y darán la bienvenida a nuevas generaciones, ancianos que huirán bajo ellas de la solana… Todo ello con la condición —o la suerte— de no toparse de bruces con según qué políticos.

Porque cuando hablamos de política, la cosa cambia. La visión cortoplacista de la vida política, obligada a autoinmolarse y renacer de sus cenizas cada cuatro años en este país, hace que cuando se acercan las elecciones veamos las calles de nuestros municipios repletas de obras y calles levantadas que buscan el beneplácito de la población «porque dan trabajo» y dan la impresión de acordarse de ese electorado que pareció no existir más que para pagar impuestos durante el resto de la legislatura. Lo mismo ocurre cuando los ayuntamientos reciben un dinero que quieren ajustar como sea a los presupuestos que han ido forjando meses atrás. Si le sumamos a todo esto la falta de palabra, esa que antaño constituía el honor de cualquier persona y a la que se antojaba imposible faltar sin perder la integridad, vemos por ejemplo al Ayuntamiento de Rincón de la Victoria ignorando su propio «Plan director de arbolado urbano», de 2017, donde indica que entre sus objetivos se encuentra el hecho de «contribuir a crear un paisaje urbano diverso e identitario. Cada calle, cada barrio tiene su singularidad a la que los árboles contribuyen de manera importante: la Avenida del Mediterráneo se asocia a la imagen de la morera, y las palmeras nos ayudan a reconocer el litoral» además de «incrementar la cobertura arbórea del municipio, en el contexto de los Proyectos Climáticos que tienen al árbol como herramienta principal, en cumplimiento de las directrices del Plan Andaluz de Acción por el Clima».

Estando así las cosas, nos encontramos con el Proyecto de obras de mejora en el acerado de la Avda. de Málaga, tramo entre Arroyo Totalán y Avda. Manuel Altolaguirre, en La Cala del Moral donde se indica que pretenden «actuar sobre los elementos vegetales que se encuentran en mal estado de salud vegetal o que interfieren de manera inasumible sobre los servicios y pavimentos públicos, sustituyéndolos por otros compatibles con el espacio público en el que se enclavan». Es decir, se pretende intervenir en los casos en que el arbolado esté en mal estado o interfiera de manera que no sea posible asumir el daño provocado en esos servicios públicos. Sobre el pavimento, un poco antes se menciona que se va a «renovar el pavimento para suprimir las zonas ligeramente sobreelevadas por el efecto de las raíces de los árboles y que, en algunos casos, afectan al normal uso del espacio público, mejorar las condiciones de tránsito peatonal y accesibilidad reformando en trazado y/o planta el acerado de manera localizada». Para ello se llevará a cabo la «demolición de la solera de hormigón en los casos en que sea necesario ampliar el hueco del alcorque, actuar sobre algún servicio urbano preexistente, etc.» y el «tapado de alcorques con bolos tomados con mortero de cemento drenante». Por todo ello, se infiere que el arbolado será respetado, que se actuará puntualmente y que con estos árboles se llevará a cabo la «poda, troceado y extracción de elementos vegetales enfermos, incompatibles con el espacio urbano o con los servicios» y a cambio se llevará a cabo un «suministro y colocación de ejemplares de Koelreuteria paniculata de 20/25 cm de perímetro de tronco». En los planos adjuntos al proyecto, se indican los 30 ejemplares que serán sustituidos, no estando contempladas las moreras que se han talado justo al comienzo de las obras y que han despertado la indignación de la población, llevándonos a manifestarnos en contra de la salvaje tala:


(Puede hacer clic en la imagen para ver el mapa ampliado)

Sin embargo esto no ha sido así, como puede esperar quien lee estas líneas. Se han talado las moreras y varios ficus en ambas aceras durante todo el primer tramo del mapa (margen oeste, marcados con una X) y se han podado en exceso tres de los ficus que también se pretendían arrancar (marcados con O). Otros dos ficus colindantes a estos fueron extraídos tras la presión popular de días anteriores para ser trasplantados en otra parcela municipal, pero habida cuenta de la forma en que fueron tratados y las escasas raíces es posible que no sobrevivan al trasplante.

Mientras todo esto ocurre, desde el Ayuntamiento las palabras que se escuchan (no precisamente del alcalde, que sigue desaparecido, sumido en un maremágnum de inauguraciones de festivales gastronómicos y puentes en Málaga, adscritas en este último caso a su cargo en la Diputación) suponen la afirmación tajante de que no detendrá la tala bajo ningún concepto, que se van a sustituir los árboles por palmeras coco plumoso (Syagrus romanzoffiana), una especie distinta a la propuesta en el proyecto que se adjudicó, el jabonero de la China (Koelreuteria paniculata). Curiosamente, consultando en algunas páginas web de viveros, la nueva propuesta tiene un precio claramente inferior. Habrá que esperar que lo descuenten del presupuesto original, ¿verdad?

Hay políticos no necesitan trascender más allá que cada cuatro años. Luego, la desmemoria proveerá.

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Nota: Todas las imágenes son del autor excepto la comparativa entre La Cala del Moral y La Cala sin moral. No he podido indicar la autoría de la misma por serme desconocida.