Did We abolish Frost
The Summer would not cease—
If Seasons perish or prevail
Is optional with Us—
Emily Dickinson, «Did we abolish Frost».
El otoño es para mí la estación más querida, tal vez porque nací en él o, simplemente, porque se ofrece a la reflexión tanto como a la melancolía. Los días se acortan e invitan, con la llegada del frío, al recogimiento. Desde que vivo en Málaga, y salvo el pasado año en que la lluvia y las temperaturas bajas fueron más norma que excepción, añoro más si cabe el final del estío y la llegada de un otoño que, las más de las veces, es corto y cálido. El clima mediterráneo resulta aún más marcado con la cercanía del mar, y hasta que no hago escapada a Granada algún fin de semana que otro no llego a notar la llegada de una estación que parece abocada a su desaparición en estas latitudes, tal y como parece vaticinar el poema de Dickinson.
Por todo lo anterior, y ya que no quería perderme este año la grandiosa “primavera de cobre” que ofrece el interior de Málaga en estas fechas, pensaba desde hacía semanas llevar a cabo una excursión por el Valle del Genal, en plena Serranía de Ronda. Aprovechando que la pasada semana la dediqué prácticamente por completo al medio ambiente, asistiendo al Curso sobre Sostenibilidad que organizaba la asociación Aulaga, del que ya os hablaré, visitando el OMAU (Observatorio del Medio Ambiente Urbano) de Málaga y, de paso, aprovechando para visitar el parque periurbano “El Morlaco”, me sumé a la excursión que planteaba el señor Andarríos, del “Blog SOStenible”, para este fin de semana.
Por mucho que quisiera, no sería capaz de describir las infinitas tonalidades que adquieren los castaños de este valle mágico en otoño. Se haría más patente que nunca que “una imagen vale más que mil palabras”, si bien es cierto que las infinitas evocaciones que despierta en nuestra imaginación superan con creces la fantástica paleta de colores usada por la naturaleza al dibujar el lienzo que nos es presentado al deambular por las tierras del Genal.
Nuestra andadura comenzó en el propio nacimiento del río, en la blanca localidad de Igualeja que, como aquellas por las que pasaría nuestro camino o esas otras que quedarían colgadas a lo lejos, entre los castaños, la niebla y el encapotado cielo de domingo, hunden sus raíces en un pasado moruno que las asemeja, pese a las diferencias arquitectónicas, a los pueblos alpujarreños, a caballo entre Almería y Granada, que me son tan conocidos.
Partimos del manantial donde nace el Genal para, recorriendo las empinadas calles hasta la parte alta del municipio, dirigirnos a uno de los senderos que unen la localidad con las de su entorno: el que parte de la calle “La Tetona”. Rumbo a Parauta, pudimos disfrutar de la vista del castañar y de la vegetación que bordeaba el camino, con las sanguíneas hojas del zumaque y los pardos helechos contribuyendo a la sinfonía cromática de la arboleda.

"El camino sigue y sigue desde la puerta. El camino ha ido muy lejos y que otros lo sigan si pueden. Que ellos emprendan un nuevo viaje, pero yo al fin con pies fatigados me volveré a la taberna iluminada, al encuentro del sueño y el reposo."
Llegados a Parauta, el incansable ritmo de la compañía me llevó a anotar en la lista de pendientes el conocer a Valdecilla, una encina de más de 3 metros de diámetro y 20 de altura situada al este de la localidad y, cómo no, el pinsapar de la ladera norte del cerro de Alcojona, que espero visitar dentro de poco tiempo. Pude ver, sin embargo, cómo se las gastaban los lugareños con las tostadas de zurrapa y fotografiar esta fuente sita en las afueras del pueblo, una de las tres con las que cuenta.
Tras pasar por Parauta, nuestros pasos se encaminaron hacia Cartajima, reponiendo fuerzas por el camino gracias a los nutritivos madroños que crecen en algunos recodos del camino, bordeados por enhiestas jaras, y cruzar el arroyo Algorma (si no estoy equivocado, pues como tengo la particular costumbre de ir parándome a hacer fotografías de todo y a mirar cada planta, telaraña o insecto con que me cruzo, me fui quedado rezagado respecto al grupo principal), donde los chopos, algunos nogales y unos caquis crecían a sus anchas. Comenzamos a ascender entonces hacia la última localidad de nuestra ruta, entre zumaques recubiertos de líquenes, zarzas y los omnipresentes castaños, con la lluvia haciendo acto de presencia y nuestros pasos que se fueron acelerando tras el pertinente almuerzo.

El rojo de los zumaques que bordean el camino contrasta con la ausencia de frutos de dicho color en el madroño (al fondo) tras el paso de los caminantes...
Al regresar a Igualeja desde Parauta hicimos caso omiso de la frase de Pippin en el capítulo “Un atajo hacia los hongos” en El Señor de los Anillos: “Los atajos cortos traen retrasos largos”. Si bien es cierto que tardamos menos al cruzar campo a través de la subida desde el anterior arroyo hacia Igualeja, llegando a un sendero situado a media altura de la loma, tras un par de ligeros despistes propios de cualquier encrucijada alcanzamos el coche abandonado del que hablan algunas rutas descritas en Internet sobre esta comarca y divisamos desde la altura nuestro destino. Ya no había sendero que valiese, y nuestros compañeros emprendieron la bajada en línea recta con grave peligro para la integridad física de algunos -sobre todo porque el suelo cubierto de hojas y la lluvia contribuían, tal vez en demasía, a bajar de forma acelerada- y, sin duda, grandes ganas de llegar una vez más al nacimiento del Genal, donde nos despedimos tras un día repleto de descubrimientos.
El Valle del Genal, como podréis imaginar, me encantó, aunque me quedó el regusto que quedárseme demasiadas cosas por ver en el camino, de ahí mi interés particular y las ganas de volver pronto, sin permitir que el tiempo o las prisas existan durante la visita.
No me gustaría poner fin a la entrada sin señalar que sobre este entorno se cierne un grave peligro al haberse retomado el proyecto de construcción de una autopista que lo atravesaría desde Ronda en dirección a la Costa del Sol. Si no queremos perder este patrimonio natural, cultural y etnológico, que tanto secretos guarda aún (que, por mi parte, estoy deseando descubrir en el futuro con el tiempo que requiere), deberíamos de ser coherentes y defenderlo frente a agresiones como esta que se vislumbra en un horizonte demasiado cercano. Y si nos aterran tropelías como la proyectada, no mostrarnos ajenos a esos impactos considerados erróneamente como menores que, por continuos, llegan a afectar muy negativamente al entorno, como las visitas en vehículos a motor (por ejemplo, el todoterreno con el que tristemente nos topamos en uno de los caminos) o dejar basuras en el monte:
Si queréis profundizar más en el conocimiento de este valle os invito, cómo no, a visitarlo, además de a caleyar, como diría una amiga de cuya tierra no pude más que acordarme al verme inmerso en este otoño mágico, por estas direcciones web:
- Una ruta que se asemeja a la descrita, en Wikiloc.
- Júzcar, aliento de otoño,en el blog «El color azul del cielo», y las Jornadas micológicas celebradas en dicha localidad
- Páginas oficiales de Igualeja, Parauta y Cartajima.
- Foro de la asociación senderista «Pasos Largos».
- Salida de fin de semana por el Bajo Genal de la asociación senderista Andarina.
- Guía del excursionista en el Valle del Genal.
- Web con información sobre la Serranía de Ronda.