No es mi deseo que el blog se convierta en un cúmulo de reseñas cinematográficas, pero sí que entraba entre mis intenciones, cuando inauguré la serie de entradas sobre cine, traer algunas películas y documentales que invitasen a la reflexión sobre diversos temas o, simplemente, que me hubieran gustado especialmente. Al fin y al cabo, aunque la temática que está adquiriendo el blog es manifiestamente cercana al medio natural y a su conservación, mi propósito primigenio no fue otro que ir narrando alguna que otra andanza en la que me fuese viendo involucrado.
Sin embargo, a raíz de ver y comentar en el blog “Moon”, la película de Duncan Jones, surgió un interesante y variopinto debate que dio lugar a un recuerdo de Javier16: otra película de ciencia ficción, con unos pocos años más a las espaldas, cuyo título nos descubrió cumplidamente Fulgida y su visionado nos fue recomendado por Amandil (quien, por cierto, ha escrito una más que interesante reseña de “Moon” cuya lectura os recomiendo). Se trataba de “Naves misteriosas” (“Silent Running”), y su argumento me resultaba remotamente conocido. De hecho, tras verla, comprobé que guardaba un recuerdo neblinoso de la misma y, tras unos días de inactividad en los que he estado sometido a los requerimientos de ineludibles obligaciones, he decidido traerla al blog como una sugerencia más para los próximos días que, si nada lo estropea, prometen un poco más de descanso y tiempo para el disfrute gracias al fin de semana inusualmente prolongado.
El director de “Naves misteriosas”, Douglas Trumbull, no es un desconocido dentro del cine de ciencia ficción. Fue, una década antes de rodar la película que nos ocupa, uno de los responsables de los efectos especiales de “2001: Una odisea del espacio”, la conocidísima adaptación al cine de la novela de Arthur C. Clarke, y diez años después repetiría lo hecho con Kubrick, aunque ahora junto a Ridley Scott, en “Blade Runner”. Entretanto, como decía, además de trabajar en otras películas dirigió en 1971 “Silent Running” contando con un presupuesto ínfimo (la décima parte del destinado a “2001”) lo que no fue óbice para conseguir alcanzar un buen resultado.
El argumento de “Naves misteriosas” es propio de su época, y recoge algunos de los llamados que ya en aquel entonces hacía la revolución verde, recién surgida en los años 60. Nos encontramos en el siglo XXI y la vida vegetal ha desaparecido de la Tierra. Los últimos especímenes vegetales se encuentran en el espacio, a bordo de tres naves botánicas que orbitan Saturno. El botánico Freeman Lowell (interpretado por Bruce Dern) cuida de los ecosistemas artificiales creados en los inmensos invernaderos que porta, al igual que sus dos hermanas, la nave Valley Fogue. Lowell trabaja en el convencimiento de que, algún día, las plantas volverán a ocupar la Tierra, que será nuevamente verde, y podrán aportar los alimentos necesarios para una población que se nutre únicamente mediante comida sintética. En contraposición a Lowell, cuya estética y modo de pensar hacen pensar en la de un hippie modernizado, sus compañeros en la nave disfrutan llevando a cabo carreras de coches en la nave y únicamente desean volver a casa. Por esto, cuando reciben la noticia de destruir las naves y regresar, dejando de este modo claro que la humanidad ha prescindido definitivamente de las plantas para sustituirlas por los adelantos técnicos que hacen posible la vida sobre la faz de la Tierra, todos se alegran excepto nuestro protagonista. Este decidirá rebelarse contra la orden de sus superiores y, reprogramándolos, contará para ello con la ayuda de los robots de la nave.
La historia de “Naves misteriosas” nos hace plantearnos inmediatamente diversas cuestiones: ¿Hasta qué punto el hombre puede disociarse de la naturaleza? ¿Seremos capaces, siendo parte de ella, de prescindir del resto de especies? ¿Esperamos únicamente de ellas que sean capaces de ofrecernos sustento, alimento o material para cobijarnos, o su aportación llega más allá de la mera supervivencia? Sin duda alguna, “Naves misteriosas” es una película que invita a la reflexión sobre temas como la superpoblación y la consiguiente sobreexplotación de los recursos de la Tierra hasta esquilmarlos por completo o, al menos, hasta que no sean suficientes para mantener a la población.
Por otro lado, el personaje de Lowell me ha parecido de lo más interesante; su moralidad, que en principio nos resulta encomiable, termina desembocando en acciones de nefastas consecuencias debido a lo extremista de una actitud que llega a alcanzar tintes de fanatismo. Aunque la imagen del ecologista, los lodos en que devinieron aquellos primeros hippies, resulta cuestionada en la película, es tristemente cierto que, en ocasiones, algunas personas confunden la vehemencia y el deseo de transmitir a los demás sus sentimientos y aspiraciones con una actitud cerrada e intolerante con todo aquello que no los secunde. Y es que, para proteger, debemos enseñar, no imponer. Recordando la letra de una antigua canción de la banda La Dama se Esconde, podríamos finalizar diciendo que
Es la princesa que de niño
yo desee imaginando que
juntos podríamos vencer
y quién sabe
si incluso convencer
al malvado enemigo.
Edito la entrada a las 20:45 horas para incluir un apunte sobre una imperdonable omisión por mi parte. Olvidaba decir que uno de los puntos fuertes de la película es su banda sonora, que incluye un par de temas interpretados por la inigualable Joan Baez. Aprovechando la actualización, os dejo unas escenas de la película en las que Baez canta «Rejoice in the Sun». Simple y llanamente, una preciosidad.
Muchas gracias por traerme a la memoria el nombre y fragmento de esta película tan representativa, y que tanto me marcó en la infancia.
Pienso que, la mejor lucha en favor del medio ambiente es la constancia, perseverancia y no caer en la provocación de los graciosos detractores cuando se habla de su protección.
Como bien dices, tal vez, a pesar…, me imagino, del apoyo del público hacia el botánico Freeman Lowel, cuando trata de salvar la biodiversidad de plantas que transporta, y utilizando la fuerza contra sus compañeros, no se debe entrar directamente en el recurso de la violencia, pero tampoco, en un momento tan crucial como el expuesto en la película, te puedes permitir la entrega total de una valiosísima representación de ecosistemas en invernaderos que, de otro modo, se perderían para siempre.
Saludos trotalomas.
Javier, gracias a ti por acordarte de ella y acercárnosla tanto a mí como al resto de lectores del blog.
Es cierto que en ocasiones la vehemencia de nuestro discurso ecologista o, cuando menos, proteccionista, puede confundirse con fanatismo. Por eso me ha resultado también interesante la película, porque si bien a nuestro botánico no le queda más remedio que oponerse a la decisión de sus compañeros, la forma en que lo hace no es la más adecuada, ni justificable inclusive teniendo en cuenta lo excelso de su labor y del destino que le espera.
Gracias, una vez más, por tu excelente recomendación. Un abrazo.
No conozco la película, pero parece interesante el tema y la perspectiva.
Por un lado, soy optimista: creo que las plantas, pase lo que pase, seguirán sobre la faz de la Tierra…aunque tal vez seamos los humanos quienes debamos enlatarnos en naves espaciales por haber hecho inhabitable el planeta.
Dudo mucho que lleguemos a alimentarnos exclusivamente de materiales sintéticos, pues son más caros (económica y ecológicamente) de producir…a no ser que consigamos desarrollar algo más eficiente y barato que la clorofila, cosa que dudo.
Y en cuanto a la conservación del medio ambiente, ni en éste ni en ningún ámbito deberíamos admitir que el fin justifique los medios, es una peligrosa trampa.
Gracias por la reseña de la peli. Saludos.
Javier, la verdad es que ha resultado gratificante recuperar la película. Como bien apuntas, hay aspectos que no terminan de sostenerse (es ciencia ficción, sí, aunque un tanto fantasiosa en algunos aspectos, aunque me da la impresión de que es así más por resaltar algunos aspectos de la trama, haciendo patentes así las problemáticas que denuncia, que por cualquier otro motivo), pero con esto y con todo resulta interesante.
Posiblemente si llegara el momento decisivo en que la Tierra no fuera capaz de sustentar toda la vida que mantiene ahora sobre su superficie, la nuestra sería una de las especies prontas a desaparecer, puesto que dependemos muchísimo tanto de otras especies como de una ingente cantidad de recursos naturales. Pero bueno, esperemos que no llegue ese día.
Un abrazo.