Estaba yo un día solo. Había pasado el águila real, y no solamente me había brindado uno de sus penetrantes vuelos de caza, sino que había estado describiendo las más fantásticas acrobacias en compañía de su pareja. ¡El águila! El macho y la hembra colgados en el cielo estuvieron como cinco o diez minutos, ¡quien sabe!… ¡Yo estaba prendado de sus alas!, ¡yo quería volverme pájaro!
La infancia de Félix, a mi parecer, ha sido una de las facetas de su vida que siempre nos ha dado envidia a cuantos le hemos admirado. Su padre fue partidario de que fuera a la escuela en los primeros años de su infancia, en parte por la suspensión de clases durante la Guerra Civil, en parte porque prefería no escolarizarle de forma temprana, así que recibió clases en casa y tuvo todo el tiempo del mundo para corretear por el monte, algo maravilloso para para la curiosidad de un niño que, además, tenía predisposición por aprender descubriendo. El entorno de Poza de la Sal por aquél entonces no estaba degradado por un uso abusivo de la comunidad humana, de modo que podríamos considerar la naturaleza agreste del lugar como su primera escuela, el lugar donde descubriría su amor por las rapaces, por el lobo, por las pequeñas criaturas y, sobre todo, por la libertad y la vida.
Tiempo después comenzó a estudiar en un internado religioso y, aunque su labor como estudiante fue brillante, echaba de menos los campos y la libertad perdida. Más tarde comenzaría su carrera de médico en la Universidad, a instancias de su padre, que no veía demasiado futuro en las inclinaciones naturalistas del retoño. Aunque la pasión de Félix iba por otro camino, terminó sus estudios con buenas notas; era inteligentísimo, preparaba los exámenes poco tiempo antes de tener que acometerlos y, entretanto, seguía aprendiendo por su cuenta, relacionándose con gente que trabajaba con animales y recuperando un saber perdido hacía siglos: el de la cetrería. Esto ocurriría cuando, conociendo a José Antonio Valverde, llegó a ser uno de los socios fundadores de la SEO.
Aunque el camino fue largo (mas intenso), no es mi intención desarrollar aquí una semblanza de su vida y obra o plasmar una breve biografía que no le haría justicia. Baste decir que tiempo después la cetrería le daría la oportunidad para ganarse su minuto de gloria en televisión, “minuto” que se convirtió en todos y cada unos de los de su vida, hasta el último.
Si Félix estuviera vivo, el próximo domingo cumpliría 82 años. Sin embargo, no podemos compartir el lujo de celebrarlo con él y desearle que cumpla muchos más, sino que únicamente podemos homenajearle en el 30 aniversario de su muerte. Por eso, durante esta semana tanto aquí como en Homo libris traeré algunos de los momentos del que sin duda es una de las figuras más influyentes en el sentir de la sociedad española del pasado siglo, cuyo recuerdo perdurará durante mucho tiempo en la memoria colectiva. De alguien que, aunque muchos no llegamos a conocerle en persona, siempre hemos considerado un verdadero amigo.
Para saber más:
- De la Fuente de Félix Rodríguez, en El último rincón.
- El 30 Aniversario de la muerte de Félix en RTVE, en el blog de Forestman y El barco de Darwin.
- Información sobre el documental «Los lobos aún lloran», en los blogs Hermano Lobo y El amigo de los animales.
- Félix en Arabia, en Mirada de lince.
Nunca sospeché que, el amigo Félix, estuviera preparando sus programas de televisión a tan sólo setenta kilómetros de mi pueblo aragonés, fronterizo con la provincia de Guadalajara.
Al margen de ciertas artes de filmación del equipo de filmación, siempre he reconocido la inmensa labor de esta persona para bien del mundo animal.
saludos.
Javier, lo cierto es que el «escenario» de grabación de «El hombre y la Tierra» (o escenarios, que por aquí en el sur también tuvo alguno) debió de ser maravilloso en su día. Supo elegir bien este hombre los lugares, y fíjate por donde uno estaba cerca de vuestra magnífica tierra.
Ganas tengo de volver por allí, con más tiempo, para conocer mejor Zaragoza y, especialmente, aquellos campos y serranías.
Un abrazote.
Jejeje, el lobezno es tan achuchable como tus gatitos (o por lo menos así parece en la foto).
Es que de cetrería no entiendo absolutamente nada y no sé qué poner en homo libris… 😦
Jeje, Isi, el lobezno debe de serlo. Ahora, el día que crezca (o que creciese) no me habría gustado ver a mis gatos cerca de él, jajaja.
Mujer, no te preocupes… Si por escribir fuese, tendríais que dejarme de hablar, que en los últimos meses apenas saco tiempo para comentaros un poco, aunque ahora ando un pelín mejor y puedo ir leyéndoos sin tanto problema, jeje.
¡Un besote!
Gracias, Trotalomas, por refrescarnos la memoria de la infancia montaraz de Félix, tan envidiada por muchos y tan provechosa para él y…para todos los que fuimos su público infantil-juvenil.
Saludos.
Hoy jueves en la radio hablamos sobre la vida y obra de Félix con su máximo experto y biógrafo, Miguel Pou.
Más información: http://www.sonidosdelatierra.es/2010/03/avance-programa-12-especial-felix.html
Saludos!
Yo también formo parte del equipo de sonidos de la Tierra.Espero que cuando subamos el pograma a internet entre todos lo difundamos por internet ,lo hicimos con todo el cariño anoche en directo en la radio.
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