He aprovechado el ventoso fin de semana para, además de descansar un poco, ver la película “Cuando el destino nos alcance”. Basada en la novela ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! de Harry Harrison, podría encuadrarse dentro de la ciencia ficción social al presentarnos, igual que la obra en que se inspira, un mundo distópico situado en un hipotético futuro en el que la superpoblación de la ciudad de Nueva York, con cerca de 40 millones de habitantes en el año 2022, nos hace vislumbrar un porvenir incierto y sombrío para la humanidad.
La película resulta interesante desde los propios títulos de crédito, donde se introducen, mediante una sucesión de imágenes, las circunstancias que han llevado al planeta a la situación en la que se desenvuelven nuestros protagonistas.
Roberth Thorn, un policía saturado de trabajo, vive en un piso de unos pocos metros cuadrados compartido con Sol Roth, un anciano ingeniero retirado que le ayuda en sus investigaciones. Pueden sentirse afortunados, pues la mayor parte de la población sobrevive hacinada en las escaleras y pasillos de los edificios, o duerme en la calle, bajo los vehículos ya inútiles por la falta de combustible. Aun así, deben generar su propia energía pedaleando en una bicicleta que recarga las baterías que almacenan la electricidad, han de abastecerse de agua usando unas garrafas de plástico y se alimentan de lo que el resto de la gente: Soylent Yellow y Soylent Red, alimento sintético proveniente en su mayor parte de las algas oceánicas. El acceso a la verdura o la carne es posible únicamente para un reducido grupo de personas, ricas y con poder. Sol Roth, que vivió épocas mejores, recuerda en ocasiones a Thorn cómo era el mundo antes de comenzar las restricciones, cuando aún había disponibilidad de recursos y la población del planeta no había alcanzado un nivel tan preocupante, mermando claramente la calidad de vida de sus habitantes.
Tras recibir el aviso del asesinato de Simonson, un acaudalado residente de la zona más elitista de la ciudad, Thorn visita el lugar del crimen y conoce a Shirl, una hermosa muchacha que compartía su vida con el difunto a cambio de un hogar y protección. Como tantas otras chicas, es tratada como un bonito “mobiliario”, que embellece el entorno de quienes se lo pueden permitir. La pasión surgirá entre la chica y el policía, en tanto las investigaciones de este le llevan a descubrir el inquietante secreto que se esconde tras la multinacional alimenticia que suministra los Soylent Red, Soylent Yellow y el novedoso Soylent Green a los ciudadanos.
La película de Richard Fleischer está interpretada por Charlton Heston (Robert Thorn), Leigh Taylor-Young (Shirl), Joseph Cotten (Simonson) y, sobre todo, por un maravilloso Edward G. Robinson (Sol Roth) que, ya enfermo cuando rodaba la película, interpretó en ella un último y emotivo papel.
Es interesante la forma en que la película plasma cómo la moralidad afecta al modo de vida futuro. Se permite a los ancianos ejercer su derecho a la eutanasia, yendo a morir cuando creen que no tienen motivos para seguir viviendo pero, como contrapartida, los sistemas de control de la natalidad están prohibidos por un gobierno autoritario que dicta cómo ha de vivir la gente, provocando un incremento de los nacimientos que no se corresponde con la disponibilidad de recursos. Esto me ha parecido interesante respecto al debate que surgía en el blog hace unos días, donde se hablaba de la educación como un elemento imprescindible ya no para la autorregulación del crecimiento de la población, sino para la relación con nuestro propio entorno.
Aparte de las diferencias entre la novela y la película (aquella simultaneaba varias historias, además de poner mayor énfasis en la relación entre el policía y la amante del asesinado; esta otra presentándonos un final ciertamente más sobrecogedor y macabro), en ambas se plantea una de las inquietudes que Harry Harrison tenía respecto al futuro del hombre en un planeta cada vez más poblado y con unos recursos limitados.
Hay que tener en cuenta que el momento en que se escribió la novela (1966) coincide con el importante incremento de la población debido a la explosión de natalidad (el conocido baby boom) posterior a la Segunda Guerra Mundial. Aunque rodada unos años después (1973), es interesante comprobar que Fleischer exhibe la superpoblación de Nueva York mediante calles atestadas de gente y multitudes que claman frente a fallos en el suministro de alimentos sintéticos, los únicos a los que tienen acceso. No habría que llegar a situaciones tan desesperadas, no obstante, para encontrarse ante un caso de exceso de moradores en un determinado lugar. Pensemos que el espacio es uno de los factores que limitan el crecimiento de las poblaciones, pero que los recursos de la zona de que estemos hablando son realmente los que actúan como condicionantes de la posibilidad de existencia de vida. Cabría pensar en los extensos yermos de las zonas cercanas al Ártico, que si bien acogen a una importante fauna y flora, muestran una biodiversidad mucho más reducida que las ricas regiones de las selvas tropicales en áreas considerablemente menos amplias.
En el caso del hombre, como animal social que habita a día de hoy en la gran “aldea global”, cabría preguntarse hasta qué momento continuará (continuaremos) considerando ajenos los problemas alimentarios y sanitarios de la mayor parte de habitantes del planeta, y cuánto estamos dispuestos a sacrificar nuestro ritmo de vida para que aquellos puedan incrementar el suyo hasta el nivel de que su supervivencia se convierta, simple y llanamente, en una vida digna.
- Ficha de la película en IMDb.
- Tráiler (en inglés).
- Enlace de descarga del libro (lo incluyo porque está descatalogado).
- La película, en Megavideo, aunque si la buscáis un poco puede que la encontréis en DVD, formato en el que fue reeditada hace un lustro a un precio más que interesante.
No conocía esta película (o no la recuerdo) y el libro tampoco, pero voy a intentar poner remedio a ambas carencias en breve.
El tema de la sobrepoblación de las ciudades es apasionante tanto por la gravedad como por esa parte de «anticipación» que se nos muestra en muchas películas (con desastres derivados y también con soluciones un tanto… peculiares).
Me acuerdo ahora de «La Fuga de Logan» y su manera de evitar el exceso de población: a los 30 años te suicidabas.
Muy buenas, Amandil.
La verdad es que la película es ciertamente curiosa, y ya os digo que no ha perdido del todo la frescura: resulta bastante interesante.
Otra cuestión es cómo se trata el tema de la superpoblación en este tipo de obras, y cómo pueden llevar a plantear situaciones extremas, que creo que nadie en sus cabales (o, mejor dicho, con un mínimo de moral) desearía ver cumplidas. En efecto, es el caso de «La Fuga de Logan» o de la olvidada «Edicto Siglo XXI: Prohibido tener hijos» -una mera curiosidad-, y es que el control sobre la humanidad es uno de los temas recurrentes en las distopías (recordemos el control preventivo del crimen en la película «Minority Report», basado en el cuento de Philip K. Dick, la extraña felicidad imperante en Un mundo feliz, o nuestro querido y vigilante hermano mayor en 1984, entre otras).
En cualquier caso, es cierto que hay que andarse con mucho ojo a la hora de realizar según qué proposiciones. Cuando el otro día mencionaba el control de la natalidad (sé que lo he dicho, pero no me gustaría crear ambigüedad alguna, y es que entiendo perfectamente tu posicionamiento en el comentario que hiciste, ya que ideas como estas se han usado mal, muy mal, en el pasado), lo hacía desde la perspectiva de la educación y de la autodeterminación. Pero es que esto mismo podríamos extrapolarlo a tantas y tantas conductas que, por ignorancia de sus consecuencias, llevamos adelante. En cierto modo, sería una especie de «campaña vial» sobre educación cívica y ambiental, aunque sin hacer uso del dramatismo que tienen algunas campañas de protección medioambiental. En definitiva, se trata de brindar otro punto de vista, que la gente podrá hacer suya o no, antes que de adoctrinar de una forma tajante y despótica. 🙂
Bueno, finalmente invitarte a que nos comentes tu parecer sobre la película si terminas por verla.
Un cordial saludo.
Como bien dices trotalomas y, yo particularmente lo veo así, no cabe duda del problema del exceso de población cuyo desequilibrio como siempre, afecta a la escala social más baja.
Es curioso que, cuando aparece este tipo de crisis, la contaminación desciende por carecer mucha gente de posibilidades en el uso de elementos domésticos contaminantes como; coche, calefacción,etc. Por eso mismo, para frenar esta desbandada poblacional hay que hilar muy fino y apostar por la educación y la respondabilidad de cara al futuro, haciendose cargo del número óptimo de descendencia. Hay que tener en cuenta que los paises menos desarrollados, son los más religiosos y su labor e idea, es precisamente la contraria. Tarde o temprano los responsbles tendrán que abordar este complicado asunto del modo más ético (si es que lo hay en este aspecto). Al margen de estar o no, a favor del aborto, personalmente, lo he considerado siempre una barbaridad, por eso, me sorprendería que a estas alturas alguien pusiera el grito en el cielo si se aplicara una norma de concienciación sobre nuestro futuro poblacional, considerándolo como una linea de genocidio.
Los humanos, siempre estamos llenos de contradiciones.
Saludos.
Javier, tal y como concluyes, somos pura contradicción. Al hilo del tema del aborto (y sin que pretenda que se establezca discusión alguna sobre un tema tan personal), resulta incomprensible que en nuestro país, por ejemplo, se permita a las que son prácticamente unas niñas acceder a una píldora cargada de hormonas y con indudables efectos secundarios como es la poscoital y, por contra, necesiten permiso paterno para ponerse un piercing. En fin, que hay que andarse con mucho cuidado sobre lo que se propone y cómo se hace. Siembre habrá intereses que busquen en los recovecos de cualquier aserto algún punto con que reconvertir el argumento a su causa.
Los efectos de la crisis sobre el consumo y, por tanto, en el impacto que llevamos a cabo sobre el planeta siempre son objeto interesante para el estudio. Obviamente, los países pobres lo sufren con mayor virulencia que los desarrollados, aunque son los que menos están contribuyendo al despropósito del crecimiento desmedido. Esto es algo que debería preverse, y por ello habría que intentar ayudarles en lo posible.
Un saludo.
Bueno, yo ví la película hace tiempo. Me la pasó un amigo, y aunque no recuerdo bien los detalles, sí la recuerdo como buenísima. Tiene escenas inolvidables, pero lo bueno está en el guión, claro. Muy recomendable, supongo que el libro más aún, al igual que los libros nombrados y otras (1984, Un mundo feliz, THX 1138, La isla…) que hablan de represión, control por los poderes fácticos o multinacionales, y aunque fueron hechas hace mucho tiempo, tocan un tema rabiosamente actual, o al menos en un futuro no demasiado lejano. Y el consumo, etc., etc. Desde luego, el tema da para mucho.
Un saludo, Trotalomas.
Muy buenas, Joselez.
La verdad es que la película sigue conservando frescura y actualidad. Como bien dices, muchas otras distopías representan un mundo que fue, es y será, cada vez más. ¿Tendremos solución, o esta búsqueda del control y la soterrada esclavitud forma parte de nuestras relaciones intraespecíficas? A veces me da miedo hasta pensarlo. :S
Un cordial saludo.
[…] sea fácil. Sin tender hacia visiones apocalípticas como la mítica película de ciencia ficción “Soylent Green”, sí que creo que resulta interesante llevar a cabo un ejercicio de reflexión en torno a este […]